Bueno antes de nada hay que empezar diciendo que mis planes pasaban por bajar hasta el Algarve y subir hasta Lisboa, pero la falta de tiempo hizo que al final fuera junto con mi hermano Borja, otro Borja valenciano y mi gran amigo Carlos, exclusivamente a ver Lisboa y alrededores.
Bueno el día empezaba muy temprano, en torno a las 5 y cuarto de la mañana, ya que mi idea era salir de Madrid hacia las 6 de la mañana, para poder llegar a comer a Lisboa, y aprovechar de esta manera el primer día. Como ven en la foto, cumplimos el planning, y a las 9 y media estábamos en Mérida, junto al Estadio Romano, dispuestos a visitar esta preciosa ciudad.
Ya desde Mérida empezamos a disfrutar de los beneficios de nuestro amigo el carné joven, que nos permitió ahorrar bastante dinero durante todo el viaje, y por el módico precio de 6 euros visitamos primeramente el Teatro (foto de más arriba) y el Anfiteatro romano (foto de abajo).
También de camino al Circo, pasamos por el Acueducto, que no es como el de Segovia ni mucho menos, pero es otro lugar de interés de la ciudad.
El Circo Romano la verdad que no dice mucho, pero como estaba incluido en la entrada conjunta reducida de los ya famosos 6 euros, pues entramos a verlo; como también hicimos con la Alcazaba y la Cripta de Santa Eulalia, las cuales tampoco son dignas de demasiada mención, y que si no hubieran sido "gratis" desde luego no habría visitado.
Y tocaba partir hacia Lisboa en torno a las 11 de la mañana, tras dos horas por Mérida que nos cundieron de verdad y que nos llevaron a recorrer casi la ciudad en toda su extensión. Pero lo dicho, lo importante estaba por llegar, y quedaban casi 300 kilómetros por recorrer, por lo que nos pusimos en marcha.
Aquí viene mi primer consejo sobre Portugal, si van a pasar varios días allí, les aconsejo que echen gasolina antes de entrar, ya que la diferencia de precio puede alcanzar 20 céntimos por litro de gasóleo y más en el caso de la 95 y otras. Así que a las afueras de Badajoz paramos a llenar el tanque, y continuamos ya por autopistas portuguesas, las cuáles hay que pagar, pero que hacen las delicias de la gente que le gusta conducir como en mi caso, porque son espléndidas para conducir e incluso para correr bastante, sobre todo porque no hay casi radares.
A la 1 y cuarto, ya hora portuguesa, entrábamos en Lisboa a través del larguísimo puente de Vasco de Gama, una obra de arquitectura digna de estudio, con más de 17 kilómetros de longitud, lo que le convierten en el más largo de Europa. Paramos en el Parque de las Naciones, dónde se celebró la Expo 98, entre otras cosas porque nos sobraba tiempo para hacer el check-in, ya que éste se hacía a partir de las 2 de la tarde.
Allí aparte del gran pabellón Atlántico, dispones de una gran vista del río Tajo y del puente, aparte de poder ver el teleférico que sobrevuela la exposición, o admirar el edificio más alto de Lisboa: la Torre de Vasco da Gama. La verdad que se le podría haber dedicado más tiempo, pero nos sobraba tanto el tiempo como para visitar el Oceanario, o realizar otras de las actividades ofertadas en dicha zona.
Así que a las 2 estábamos en nuestro hotel Dom Alfonso Henriques, dónde nos hicieron esperar 10 minutos, ya que la habitación no estaba preparada aún. Mientras aparque el coche en el parking del hotel, a 8 € el día, y cuándo nos dieron la llave subimos las cosas antes de irnos a dar una vuelta hacia el centro y buscar un sitio dónde comer.
De camino al centro, teníamos que pasar por estos jardines con una espléndida fuente en piedra, el llamado Parque de Fonta Luminosa, situado junto al metro de Alameda. Para comer nos sucedió la primera anécdota con el idioma, ya que entramos en un sitio a comer a las 3 y media de la tarde, y lo único que les quedaba era "entrecosto", que nosotros deducimos que sería un entrecot o algo así, pero cuál fue nuestra sorpresa cuándo nos trajeron costillas acompañadas de patatas fritas. Eso sí hay que decir que estaban de vicio, y que eso más una ensalada y un botellín de cerveza Sagres nos salió a 5 euros más o menos.
Ya después de comer, continuamos andando hasta Marqués de Pombal a través del precioso parque de Eduardo VII para coger la Avenida de Libertade, y bajar hasta la plaza de los Restauradores.
Desde la plaza de Restauradores continuamos hacia la plaza del Rossio y Plaza Figueira, antes de bajar por Rua Augusta hacia la famosa plaza del Comercio, y sus vistas del río Tajo.
Ese día estaba la marea muy agitada, y el nivel del agua llegaba hasta el comienzo de las escaleras que dan acceso al Tajo, como se puede ver en la foto con Carlos y Borja, el valenciano.
Desde la plaza del Comercio, fuimos a la plaza del Municipio, antes de empezar nuestra caminata que nos llevaría a ver toda la parte sudeste de Lisboa. En medio de tanta caminata, y después de haber visto el Panteón Nacional, llegamos al Monasterio de San Vicente de Fora.
En medio de la lluvia, continuamos hacia el mirador de Santa Lucía (foto de abajo), desde dónde queríamos haber bajado hasta la parada de metro de Martim Moniz, pero al no encontrar por dónde bajar, debido al plano no demasiado detallado que llevábamos, acabamos yendo hacia el lado contrario.
Pero las vistas desde el mirador eran increíbles, como se ve en la foto de arriba, o en esta del Castillo de San Jorge en todo su esplendor.
Entre las indicaciones de un señor muy amable, y nuestro amigo el GPS, conseguimos encontrar por dónde volver a casa, eso sí, en vez de coger el metro en Martim Moniz como queríamos, acabamos en la parada de Santa Apolonia, no sin antes haber parado a comprar algo de embutido para cenar, en un supermercado que vimos de paso. En la siguiente foto se ve cómo llegamos de mojados a nuestro hotel Dom Alfonso Henriques (DAH).
Pero bueno que mejor manera de recuperar fuerzas después de la larga caminata, que tomando una cervecita mientras se cena, como fue en nuestro caso con la Super Bock, con la que te regalaban un paquete de jamón serrano, si comprabas un pack de12 botellines.
Ya les contaré nuestro siguiente día en Portugal, que la verdad que fue aún más interesante. Un saludo!
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