El Estudiantes llegaba al Palacio con mucha necesidad, en lo que venía siendo un match-ball ante el último de la clasificación, y precisamente ante dos ex-colegiales como Casimiro y Udrih. La tensión se mascaba en cada rincón del Palacio, y los dos equipos eran muy conscientes de la gran importancia del partido. El Estu llegaba tras una semana convulsa tras la suspensión de empleo y sueldo a Antoine Wright por digamos nula ética profesional. El Valladolid en cambio llegaba con las novedades de Udrih y Borchardt, como refuerzos para las posiciones de 2 y 5.
Así que el partido empezaba con los dos equipos demasiados nerviosos, lo que se traducía en mucha imprecisión por ambos bandos. Nadie echaba de menos a Antoine, y parece que hasta los propios compañeros se alegraban por su ausencia, quizás cansados también de que se riera en la cara de propios y extraños mientras ha vestido la elástica colegial.